Voces grabadas en un radiocassette dicen algo así como que "nadie dijo que fuera fácil". En un pub con luz tenue, un grupo de adolescentes tarareaban una canción. Cuatro o cinco cantaban menos uno, el único que no se sabía la letra. Intentaba reír con los demás, pero parecía que no era su noche. Se movía con rigidez y pensaba que los otros se acabarían dando cuenta de eso. Un autobús a las tres de la mañana le recogió, y entonces nació en él la nostalgia cuando tuvo que volver a casa después de lo bien que se lo había pasado. Se fue pensando que quizá la próxima vez tendría suerte, que los nuevos amigos le volverían a llamar.
Grave error, la gran mayoría terminó pensando que este chico sólo era un iluso, un ser poco interesante y demasado pequeño para andar por ahí solo. La otra gran mayoría, la de su cabeza, lo creyó, y dió la razón a aquellos que no le quisieron. En el fondo sí les importó que este chico no se supiera la letra, porque sin ella en su cabeza no podía estar a la altura. Pero lo que no sabían es que éste conocía las letras de otras muchas canciones y deseaba profundamente compartirlas con alguien.
Otra canción dice "igual que el mosquito más tonto de la manada" y otra "son cosas del destino, siempre me quiere morder".